Hoy 5 de mayo, se conmemora la Conversión de San Agustín.
En su visita pastoral a la Diócesis de Pavia en 2007, el Papa Benedicto XVI propuso el largo y complejo camino de conversión del gran santo agustino como modelo de conversión permanente para todo cristiano.
El Santo Padre señaló que la lucha interior del Santo puede ser seguida a lo largo de las «Confesiones» quien quiera que se acerque a este libro extraordinario y fascinante, aún hoy muy leído, se da cuenta fácilmente cómo, la conversión de San Agustín no fue de improviso, ni plenamente realizada desde el inicio, sino que puede ser definida más bien como un verdadero camino que se convierte en un modelo para cada uno de nosotros«.
«El camino de conversión de Agustín continuó humildemente hasta el fin de su vida, tanto que puede decirse que sus diversas etapas, de las que se pueden distinguir fácilmente tres, son una única gran conversión«.
Benedicto XVI describió a San Agustín como «un gran buscador de la verdad, lo fue toda su vida».
La primera etapa de su camino de conversión se realizó precisamente en el progresivo acercamiento al cristianismo. El Papa recordó que Agustín había sido educado en la fe por su Madre Santa Mónica y aunque vivió una juventud desarreglada, «siempre advirtió una atracción profunda por Cristo».
La lectura de las cartas de San Pablo, en la fe de la Iglesia católica, le reveló plenamente la verdad«. Esta fue una experiencia que San Agustín recoge en las Confesiones: estando retirado en su jardín escucha una voz infantil que repite «tolle, lege, tolle, lege» («toma y lee, toma y lee»); y tomando la escritura se encontró con el pasaje en el que San Pablo exhorta a abandonar las obras de la carne y revestirse de Cristo (Rm. 13, 13-14). «Había comprendido que aquella palabra en aquel momento le era dirigida personalmente a él… así sintió disolverse las tinieblas de la duda y se encontró finalmente libre para donarse completamente a Cristo«.
Con el bautismo del Santo en la Vigilia Pascual, no concluyó su camino. Cumpliendo con el sueño de su vida, se retiró a África donde fundó un pequeño monasterio para dedicarse a la contemplación y el estudio.
Pero éste fue, como explicó el Pontífice «un bello sueño que duró tres años, hasta que fue consagrado sacerdote en Hipona y destinado a servir a los fieles. Y aunque esto le resultó difícil, «comprendió desde el principio que sólo viviendo para los otros, y no solamente para su contemplación privada, podía realmente vivir con Cristo y para Cristo».
Así fue como el Santo aprendió «a comunicar su fe a la gente simple y a vivir así para ella en lo que se convirtió en su ciudad, desarrollando sin fatigarse una actividad generosa y pesada».
La última etapa del camino agustiniano, su tercera conversión fue aquella que lo llevó cada día de su vida a pedir perdón a Dios«, «convertido a Cristo, que es verdad y amor, Agustín lo siguió por toda la vida.
Se ha convertido en un modelo para todo ser humano, para todos nosotros en la búsqueda De Dios».