El 16 de agosto se celebra la festividad de San Roque. Este santo posee en Fuente Álamo una ermita, sin culto en la actualidad, desde prácticamente la fundación de la Villa.
Según la tradición, San Roque nació en Montpellier, a mediados del siglo XIV, en una familia noble pero decidió entregar su fortuna a hospitales y personas necesitadas y dedicarse a peregrinar.
De camino a Roma se encontró con la Peste y paró a cuidar a los enfermos. Ya en Roma, después de tres años, empezó a notar los síntomas de la Peste. Una noche un ángel le anunció que había llegado su hora y dando gracias a Dios, se retiró a un bosque donde morir sin contagiar a nadie. Allí estuvo sobreviviendo gracias a un perro que lo visitaba todos los días con un trozo de pan y le lamía las heridas.
Un día el amo del perro que se llamaba Gottardo, extrañado por el comportamiento del animal lo siguió hasta descubrir al moribundo. Gottardo lo acogió y San Roque se curó completamente.
Fue declarado Santo por el Papa Gregorio XIII en 1584 y fueron los monjes franciscanos los que potenciaron el culto a San Roque en el siglo XVII. A causa de las epidemias que sufría la población, arraigó la costumbre entre los campesinos de encomendarse a él.
En Fuente Álamo las primeras noticias que se tienen sobre este santo datan de 1603 cuando el Concejo de Lorca aprueba la cesión a la ermita de San Roque de una fanega de tierra. Aunque no se sabe con certeza el año en que fue construida y dedicada esta ermita, parece probable que tuviera lugar una vez canonizado este santo en 1584.
No tenemos más datos de sus orígenes, solo que se creó una cofradía y que sus bienes y la ermita fueron desamortizados en 1804, pasando a manos privadas. Posteriormente se vuelve a recuperar y gracias al párroco Don Santiago Medina, que fue un gran defensor de esta ermita, se restauró.
En los siglos XVIII y XIX, Fuente Álamo sufrió severamente varios brotes palúdicos. El ayuntamiento de Fuente Álamo convocó la Junta de Sanidad en 1822, de la que formaba parte el párroco D. Martín Landete, y el acta decía: «lo epidémico y contagioso de Tercianas de este terreno, ha motivado la emigración tan completa que en la actualidad está reducido el pueblo en nueve casas habitadas habiéndose revisado en el una población agricola de más de cuatrocientas...»
En un informe de 1852 al Gobernador Civil se aseguraba que las causas que generaban estas epidemias en la Villa, entonces endémicas, «eran las aguas que manaban y se estancaban en la Rambla del Fraile».
A pesar de que unas veces se encargaba el ayuntamiento de dar salida a las aguas y otras veces se obligaba a hacerlo a los propietarios de éstas, éstos estancamientos de agua en el cauce provocaban muchas muertes y la población se acercaba hasta la ermita y se encomendaba a San Roque.
En este antiguo mapa que ilustra el libro «Galerías con lumbreras en Fuente Álamo» de Gregorio Castejón, se puede observar como las letras «D» indican zonas de estancamiento en torno a Fuente Álamo.
No tenemos ninguna fotografía de la primitiva imagen del santo que se conservó en la parroquia hasta 1936. En palabras de Ricardo Ortega, era fina, bonita y estaba acompañada por un ángel y el perro con el pan en la boca. La actual imagen fue comprada por Agustín Carrascosa en los talleres de Anónima Mató y se llevó en procesión de la parroquia hasta su ermita el 4 de julio de 1948, desde entonces permanece allí.
Pero fue el pasado 28 de marzo cuando, por expreso deseo de D. Jerónimo, hizo venir la imagen de San Roque hasta la parroquia. La recibió a la entrada del templo con un acto litúrgico en el que el párroco le encomendó la protección de la Villa de Fuente Álamo ante la pandemia del coronavirus.
En la iconografía de la imagen se pueden ver una serie de elementos:
– El perro fue para San Roque el signo tangible de la Providencia Divina que lo socorría cuando estaba en condiciones de extrema necesidad.
– El bastón recuerda las largas marchas del peregrino, con el que ejerció la caridad y calmó heridas físicas y morales.
– El pan simboliza la Eucaristía, sostén en el camino de la vida.
– La llaga recuerda la enfermedad de la peste. Simboliza la Caridad y cómo se entregó totalmente a los demás.
– La calabaza invoca la peregrinación. Es un símbolo de la sed que de lo divino tiene el hombre.
– La capa corta o «sanroquino» es un hábito ligado a la peregrinación que servía para protegerse de la intemperie.
– La concha recuerda también la peregrinación a Santiago de Compostela. Todo el que lo hacía, cogía una concha en la playa y simboliza la Perseverancia.
Juan Morales