El 24 de abril de 387 recibió San Agustín las aguas bautismales.
En la iglesia antigua solo había una fecha para los bautizos y era la noche de Pascua. En el año 387 esa noche cayó el 24 de abril.
Con él se bautizó su hijo Adeodato. Durante los meses de marzo y abril asistieron a las charlas de catequesis, previas al bautismo, que les dio el propio obispo de Milán, Ambrosio. Se aprendieron las principales oraciones , se dedicaron a la oración, estudiaron, ayunaron,…
La ceremonia tuvo lugar en la basílica y más concretamente en el baptisterio, todavía se conservan las ruinas. Era una piscina con forma octogonal, donde los bautizadnos bajaban desnudos. Los bautizó el obispo y al salir se revestían con una túnica inmaculada que llevaban toda la semana.
Cuando habla de su bautismo en las Confesiones, él es sumamente lacónico. No dice más que una frase: “Recibimos el bautismo y huyeron de nosotros las preocupaciones de la vida pasada”. De esta forma expresa la ruptura con toda una vida dedicada a los afanes materiales y el nacimiento a nueva vida con la única preocupación de buscar a Dios y seguir a Cristo.
Bajo la catedral de Milán, se pueden visitar unas excavaciones arqueológicas para apreciar tanto los restos de la Basílica de Santa Tecla como las ruinas del Baptisterio de San Giovanni alle Fonti donde, en una gran pila bautismal octogonal, San Ambrosio bautizó a San Agustín.